Gumersindo no sabe en que día vive, a pesar de lo claro que viene en el calendario que le regaló doña Paquita la pescadera, la pasada Navidad. Ha perdido el norte, por mucho que la brújula que le ha prestado su sobrina se lo señale sin cesar. Su reloj de bolsillo marca perfectamente las horas, pero eso a Gumersindo ya le da igual.
Anda desquiciado y de mal humor. No se explica donde diablos habrá ido a parar el atlas de geografía que guardaba desde el colegio. Él, que no tira nada, porque nunca se sabe cuando lo puedes necesitar, se pregunta "¿que ha podido pasar? Estoy seguro que, entre sus páginas, guardé el mapa"
Gumersindo va salir con los compañeros de colegio y quiere llevar el mapamundi de cuando iba al último curso. Marita dibujó en el reverso un corazón atravesado con una flecha, escribió Gumersindo a un lado y Marita al otro. Él lo guardó como oro en paño, y esta noche, taitantos años después, quiere aprovechar la ocasión que se le presenta para devolvérselo a Marita en un intento de comenzar lo que pudo ser y no fué.
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