Este jueves, Alfredo nos reta a elegir una película que nos haya apasionado y, con esa misma pasión, relatar detalles de la misma [nos ha hecho llorar, reír, sentir miedo, fe, fantasía, inspiración, rabia, envidia]. En ningún momento diremos el titulo ni los nombres de los protagonistas ni delataremos su título con fotografías. Al comentar los relatos debemos adivinar de qué película se trata y valorar la imaginación narrativa utilizada para evidenciar con el mínimo de detalles posibles su título.
Vamos a ver drama, policía, tiros, pícaros, galanes, caballos, comedia, partidas de póker y una contraseña entre compinches muy particular: no es de palabras, pero sí muy visual.
Son los años treinta. En un tren, camino a Chicago, hay una partida de póker. El compartimento donde se juega está amueblado convenientemente porque cuando viaja el señor Lonnegan, éste lo solicita para organizar partidas de póker. Tiene su mesa con tapete verde, butacas alrededor de la misma para los jugadores y otras en segundo plano donde, estratégicamente, se colocan los soplones del señor Lonnegan.
La partida empieza a desenvolverse en un ambiente entre denso por el humo de los puros que se están fumando y tenso, por las suspicacias del señor Lonnegan a que la partida se le vaya de las manos...
- Doyle, yo le ví que tenía cuatro treses. Debió dar el cambiazo. No debimos dejarle que se saliera con la suya -dice el soplón
- ¿Y qué podía hacer? ¿Acusarle delante de los demás de hacer trampas mejor que yo? - le espeta el señor Lonnegan.