Mar



Muy de mañana, Gumersindo ya  está en la calle camino del mercado. Como de costumbre va paseando y cavilando que puede echar hoy a la cesta que llene mucho y que cueste poco dinero cuando de repente un lamento lo saca de sus pensamientos

- ¡Ay, pobre de mí! ¿Que voy a hacer ahora sin ti?

Gumersindo gira hacia el callejón de donde procede esa voz desconsolada y ve en la puerta de una casa un grupo de gente, que en corros, charla bajito. Se acerca a uno de ellos y pregunta

-Buenos días. Disculpen mi intromisión, ¿ saben ustedes que ocurre? Acabo de escuchar a alguien gritando... una mujer, creo.

- Buenos  días, Gumersindo. Has oído bien, sí. Es doña Adelina, rota de dolor. Esta madrugada a fallecido don Adrián, su marido - responde el panadero que anda por allí haciendo el reparto diario.

- ¡Ah...! Eso ya me cuadra más - responde Gumersindo- Siendo así la cuestión, voy a pasar a dar el pésame doña Adelina.

 Ya en el umbral de la puerta, otra retahíla de lamentos sorprenden a Gumersindo

 -¡Ay, que lástima de mi Adrián y que lástima de mi! ¡Adios, amor mío, entre las piernas te llevas lo que más me divertía...! -solloza amargamente la viuda.

Gumersindo, escandalizado por lo que acaba de oír, no sabe si darse la vuelta y marcharse o entrar y ver que está pasando allí. Como puede más la curiosidad que el pudor, termina por entrar a la habitación donde se está velando a don Adrián.

Don Adrián, músico de profesión, dejó dispuesto que cuando pasara a mejor vida le echaran consigo su querida guitarra para amenizar la travesía (tal sentido del humor tenía). Así pues, cumpliendo con la última voluntad de su marido, doña Adelina colocó la guitarra que tantas veces tocó para ella, entre las piernas del difunto.

He querido poner una nota de humor a este jueves, adaptando una chanza que en otros tiempos se cantaba o recitaba en carnavales. Seguro que os ha sacado alguna sonrisilla :)


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Mar
Imagen de Mónica


Asomaban algunas nubes por el horizonte que amenazaban con ir a más, como otras tantas tardes de otoño pero sin que al que final cayera una sola gota. Necesitaba salir de casa y despejar los pensamientos deprimentes y mustios que llevaban acosándome días. Con la esperanza de que la tarde se cerrara en agua, me calcé las zapatillas de deporte  y, con  auriculares y smartphone en ristre, me fuí al parque a correr. 

Me senté en uno de los  bancos que hay en torno a la fuente de la Estrella a tomar un respiro y observé que en los escalones de granito que la rodean se estampaban con fuerza las primeras  gotas de lluvia... Cerré los ojos y me dejé llevar por música que sonaba en mis auriculares.

Necesitaba una tarde de lluvia que removiera mi melancolía, necesitaba un cielo gris en sintonía con lo que sentía. Necesitaba oler a tierra húmeda que me despertara del letargo en el que estaba sumida, necesitaba que el agua de lluvia me empapara y arrastrara consigo mi  desazón y apatía.

Y, por fin, eso ocurrió. Así que, agradecida, miré al cielo y lancé un beso porque quizá (MAY), en algún lugar (SOMEWHERE) esté ella y de alguna forma (SOMEHOW) me esté enseñando a llevar mi pesar. Ella, siempre ella.

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Tema: Somewhere, over de rainbow. Louis Armstrong.

Mar
 
Imagen tomada de Internet

Sentado en la mecedora, armado de paciencia, la estaba esperando. Era bien entrada la noche cuando la aldaba de su puerta fue golpeada tres veces, rompiendo el silencio que reinaba en la casa. Muy diligente se levantó, se ajustó la pajarita y se atusó con la manos el cabello en un intento torpe de agradar a su visita. Abrió la puerta y suspiró aliviado. 

- Llevo esperándote mucho tiempo- le dijo con su mejor sonrisa.

La dama, sorprendida con semejante revelación, se retiró la capucha para dejarse ver con todo su esplendor y apoyada en el astil de su guadaña le dijo:

- Me sorprende tu bienvenida, pues nunca nadie hasta ahora me había recibido con una sonrisa. Dime, ¿no me tienes miedo?

- No – replicó él.

“No teme a la muerte...” pensó ella con extrañeza. Muerta de curiosidad (mire usted que ironía) le preguntó:

- Entonces, dime ¿a qué temes?
- Temo al sufrimiento y al dolor que padezco. Te esperaba hace tiempo porque se que serás bondadosa conmigo, que me llevarás contigo y el viaje será mi liberación. Ya nunca más estaré sometido ni al yunque del sufrimiento ni al yunque dolor.

La muerte, conmovida por aquellas palabras, lo abrazó con suavidad, lo envolvió en su negro manto y juntos partieron hacia el más allá.

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