Imagen tomada de Internet
Hoy cumple cincuenta años. Se sirve una copa de vino a la espera de que lleguen sus amigos a casa para cenar. "Como pasa el tiempo... Cincuenta años ya" -piensa paladeando el primer sorbo de vino.
Ahora es una mujer independiente, con reconocido éxito en su carrera profesional y rodeada de buenos amigos. No, no se puede quejar. Siente que está arriba, que ha ido subiendo escalones con esfuerzo y tesón para llegar donde está.
Pero no siempre fue así. Hubo una época en la que no era nadie: era transparente para casi todos. Y eso era algo totalmente injusto que la irritaba sobremanera.
Recuerda que iba de editorial en editorial con su primera novela bajo el brazo con la esperanza de que alguna le abriera sus puertas y poder publicar. La recibían con muy buenas palabras y la despedían con una palmadita en el hombro, un "estamos en contacto", ... Esos eran los resultados que obtenía; nunca pasaban de ahí y era entonces cuando sentía que había fracasado en su intento de ser escritora, que no estaba hecha para eso, que había perdido un tiempo precioso escribiendo lo que nadie leería y que ya no podía caer más bajo porque había tocado fondo. Y cuando uno toca fondo, lo único que puede hacer es subir.
Así fue. Antes de tirar la toalla definitivamente, envió una copia de su novela al concurso de novela histórica "Ciudad Medieval" que una pequeña ciudad del sur convocaba (y sigue convocando en la actualidad). Total, no tenía nada que perder. La fortuna y su talento plasmado en cuatrocientas veinticinco páginas, le sonrieron: el fallo del concurso la alzó como ganadora. La primera edición de su libro la sacó del anonimato; la segunda y tercera la consagraron como escritora de éxito.
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