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El martes, de vuelta a casa encontraron
la cama del dormitorio principal, deshecha. En el baño, había una
maquinilla de afeitar preparada sobre el lavabo, pero sin usar. En la
cocina, dos tristes tostadas seguían esperando la mantequilla y
la mermelada. En el estudio, junto al ordenador, una taza de frío
café que nadie bebió. Todo estaba tal cual lo habían dejado.
A pesar de ser domingo, se levantaron
muy de mañana. A toda prisa, quisieron desayunar un café con leche
y tostadas, pero las contracciones cada vez más aceleradas, los
hicieron partir de inmediato. El gran momento había llegado: su
primer hijo iba a nacer y no había ni un solo segundo que perder.
Relato escrito para la convocatoria del blog Lugar de encuentro