Mar
Imagen tomada de Internet
No creas que no te he descubierto.
Se de tus mentiras,
desde hace mucho tiempo.
Tu no sospechas nada,
porque yo te sigo el juego.
Llegará el día en el que,
en bandeja de plata,
todas tus mentiras
te las sirva frías.
Tú, pondrás cara de póker
como siempre haces.
Yo, esperaré paciente
a que con todas ellas te atragantes.
Mar
F I N D E F I E S T A S
Gracias a cuantos habéis participado en esta convocatoria que, dado las fechas festivas y vacacionales que tenemos por esta parte del globo, no ha sido demasiado participativa... pero, es de entender :)
El próximo jueves será el 29 de agosto y lo coordinará a Juan Carlos
Mar
Imagen: J. Laurente
Daban
las doce de mediodía en el reloj de la torre. Natalia cogía la mano de
su abuela con fuerza, mezclada entre la multitud de la plaza, esperando
con impaciencia que las campanadas concluyeran. Con el último golpe de
reloj, entre cohetes tirados al cielo, globos y serpentinas multicolores dio inicio el pasacalle. Músicos, majorettes, titiriteros, gigantones,
cabezudos... Natalia miraba con expectación para no perderse ningún
detalle. Llevaba muchos días esperando el desfile y era tanto el
entusiasmo y alegría que sentía que acabó contagiándoselo a su abuela.
Terminado
el pasacalle, ambas se dirigieron al merendero donde se había dispuesto
un almuerzo para todos los vecinos y visitantes de la villa al aire
libre. Entre tanta gente, a Natalia le llamó la atención un hombre de
pelo cano vestido con un ropaje algo bohemio y sombrero tirolés.
Mientras lo observaba, él se giró y le devolvió un guiño acompañado de
una sonrisa. Natalia tímida, se volvió rápidamente a buscar a su abuela.
En
la sobremesa, todos los niños fueron convocados al área recreativa
donde, para sorpresa de Natalia, el mismo hombre del sombrero tirolés
los estaba esperando. Resultó ser un extraordinario cuenta cuentos. Les
narró historias fantásticas ocurridas en unos lugares tan lejanos y
remotos que ni siquiera su abuela Nadia conocía. Cuando terminó sus
relatos, el cuenta cuentos regaló a cada niño una cajita de madera con
tres canicas de colores.
Natalia voló hacia su abuela para enseñarle las canicas. Eran multicolores y cuando mirabas a través de ellas al cielo, veías todo el espectro del arco iris. Nunca nadie le había regalado algo así: tan simple y tan mágico al mismo tiempo.
Natalia, abrazó a su abuela y en la mejilla le soltó un sonoro beso, agradeciéndole así el día tan bonito que estaba pasando; aunque ese sentimiento apenas era nada comparado con el júbilo que embargaba a Nadia.
Mar
Fiestas patronales
Imagen de Paul Jackson
El jueves 15, en España es fiesta nacional y además miles de pueblos y ciudades celebran sus fiestas patronales con sus verbenas, sus fuegos artificiales, sus conciertos, recitales...
Os propongo escribir un relato relacionado con estas celebraciones, ya sea un episodio en la verbena, la descripción de esos fuegos artificiales que nos sacan "ohhhhh'es", pasacalles, cucañas, cuenta cuentos, treatrillos... En fin lo que se os ocurra.
Ya sabéis que no debéis excederos demasiado de las 350 palabras. Os espero desde el miércoles noche al viernes noche para publicar vuestros relatos. ¡No faltéis!
Mar
Imagen tomada de Internet
Aquí estoy: tocando fondo. Sí, lo se, bien empleado lo tengo por ser una golosa y andar, o mejor dicho, volar metiéndome donde no debo. Pero..., siempre hay un pero, una justificación por burda que sea, que ni yo misma me la creo, para intentar salir airosa del fregado, o baño, en el que me he metido.
Así empezó todo.
Me disponía a atacar una migaja de brownie que aquel niño descuidado dejó caer en la mesa, cuando mi olfato me detuvo en seco. Un aroma dulzón venía de la mesa contigua... todo un manjar para mis finos sentidos. Levanté vuelo, veloz como un rayo, y en un tris localicé la fuente de tan placentero elixir: una magnífica copa de anís recién servida al caballero de pelo entrecano. Me posé en el borde y aspiré hondo hasta empacharme con el olor; después me lancé en picado a degustar el licor. Tan glotona como soy, bebí hasta mucho más allá saciar mi ansia (eso es gula, diríais los humanos). A la hora de retirarme, algo falló. Sentía la cabeza aturdida, la copa giraba en torno a mi, las alas no me levantaban y mis patas mojadas tiraban hacia abajo de mi como si de ellas pendieran anclas de plomo.