Imagen tomada de Internet
La niebla envuelve la ciudad. La tenue luz que desprenden los faroles se difumina en una amarillenta aureola arrebatada a la oscuridad. Las frías callejas colindantes con la catedral están mojadas y desiertas. No dan abrigo a nada ni a nadie, ni a una mísera rata con la que cebarse.
Con
la capucha subida, la siniestra dama, oculta su cara. La guadaña, con
filo romo, la lleva en la mano apoyada en el hombro; y en la espalda,
carga un saco negro para guardar sus tesoros.
Deambula
errática por el laberinto de calles sin rumbo fijo, ni plan
establecido. Sabe que esta noche tendrá que conseguir otro trofeo más
para sumarlo a su tenebroso saco de tesoros. Buscando por los
callejones, por las esquinas, por los rincones algún ser al que
aniquilar, se encuentra, sin querer, frente a la portada de la
catedral. Amparada en la oscuridad y con el telón cómplice que la niebla
le brinda, se encarama allá donde se encuentran las gárgolas. Mira a un
lado y a otro para asegurarse que no la ve nadie. Con la destreza que
da el uso, corta la sonrisa pétrea de las gárgolas con el filo romo de
la guadaña y rápidamente las guarda en su saco negro. Baja al suelo con
el botín a salvo y comienza su marcha despacio. Sin prisa, su silueta
se disuelve un paso más allá de la plaza, engullida por la niebla.
Desde
entonces las gárgolas de la catedral, atónitas, tienen el horror fijado
en los ojos. Desde entonces a mi me da miedo mirarles la cara.
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Esa costumbre medieval de ensalzar el infierno en una religión que solo hablaba de castigos, hizo que hasta los desagües de los monumentos tuvieran forma de demonios y bestias apocalípticas.
ResponderEliminarLas gárgolas ya venían con el horror puesto.
Besos.
En verdad si te fijas la sensación que te produce es miedo , como se nota que la Iglesia más que darnos paz nos inculcaba terror con esas estatuas en lo alto presidiendo la ciudad ..Un buen relato .
ResponderEliminarAbrazos y feliz tarde-noche.
A mí me producen temor. En las civilizaciones antiguas, los arquitectos las utilizaban como un aditamento práctico, pero con el tiempo algún listillo pensó que podían aprovecharse para enviar un mensaje al pueblo. Para proteger las construcciones del Dios Seth y sus castigos en forma de tormentas, y precisamente por ese detalle podemos encontrar su origen. No todas las figuras que vemos en las catedrales son gárgolas propiamente dichas. Si son sólo ornamentos y no desagües, se les llama quimeras o grotescas, y en este caso sólo servían para atemorizar.
ResponderEliminarMuy bueno el relato. Me ha encantado. Una brazo y feliz tarde
No me extraña que te produzcan terror, yo es que ni las miro.
ResponderEliminarNo he visto una gárgola bonita en toda mi vida. Está muy relacionadas con la religión, con su mensaje de demonios y meternos el miedo si no éramos "buenos"...los templos de antaño tienen no pocas. (No sé si es encima tenían cara de enfafada)...
ResponderEliminarInteresante tema, muy bien plasmado.
Me gusta mucho el giro de tu relato, y está tan bien narrado, que me queda fijo en la retina, el horror de esas gárgolas.
ResponderEliminarun abrazo jueverísimo.
Muy buena historia.
ResponderEliminarEstatuas atemorizantes, a la que una serie animada convirtió en personajes heroicos.
Un abrazo.
Pero qué bien has descrito esa sensación que pueden transmitirnos esos seres pétreos salidos de un submundo que nos atemoriza aún sin razón! Muy buen relato Mar. Un beso
ResponderEliminarEs buenísimo, redondo. Muy bien escrito además.
ResponderEliminarMuchas gracias por participar. Besos.