Mar



A media noche.

Doce campanadas suenan en el reloj del viejo torreón. Dicen que es la hora de las brujas, la hora en la que salen a volar por el cielo. Dicen que es la hora de las cenicientas, la hora en la que corren despavoridas y pierden sus zapatitos de cristal en el suelo.

Yo, nunca fuí a bailes  hasta la media noche ni creí en  príncipes azules que rescatan a princesitas de su cautiverio. Será porque la sangre que fluye por mis venas es roja y durante el día tengo los pies en el suelo. Por eso, esta noche después de que la última campanada ponga fin al baile, reclinada sobre mi escoba, en un alero del tejado, te espero. ¿Vienes...?


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Mar

 

Silencio, porque callas.
Silencio, porque callo.
Silencio, por miedo a lo desconocido.
Silencio. Así lo prefiero, cuando mi diálogo se convierte en monólogo ante la ausencia de tu réplica; cuando mi discurso no aporta nada.

Guardo silencio y no hago preguntas porque temo que tus respuestas no sean las esperadas; porque no quiero aventurarme en conversaciones que me lleven por derroteros no deseados.

Silencio, porque la verdad de ahí fuera sea tan cruda, que de un sólo golpe certero, acabe con todas mis ilusiones.

Silencio, envolvente y denso; tanto, que casi se puede cortar. Sólo se oye mi pausada respiración, el roce de mi pluma escribiendo en el papel y el infinito tic-tac de las manecilla del reloj. Y yo, temerosa de romper tan mágico momento,  con sigilo y de puntillas, me retiro de mi escritorio. No más palabras. Silencio.


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Mar



Imagen de BIGSTOCK

Hoy cumplen diez años de matrimonio, con más sombras que luces. Atrás han quedado días de recelos, suspicacias y ese sin vivir que tantos quebraderos de cabeza le han traído. Sí, así es porque ya no le importa.

Para celebrar el aniversario de bodas y lo que para sí ha bautizado como el primer día del resto de su vida, ha preparado unos caracoles* aderezados con hierbas aromáticas; pero dado lo especial de la ocasión, son "Escargot aux fines herbes".

Ha puesto la mesa con mantel blanco, servilletas rojas, copas para el vino, cubiertos para dos comensales, una cazuela de barro con los caracoles para él y en el sitio de ella, un plato con una carta:

"Hasta aquí nuestra vida en común. Se de tus infidelidades prácticamente desde el principio y son exactamente las mismas que el número de cuernos de los  caracoles (perdón, escargot) que te vas a comer. Como no eres muy avezado en matemáticas te sugiero que cuentes los caracoles y con la calculadora del móvil los multipliques por dos. Eso te dará el número exacto cuernos que me has puesto, por si quieres faldar delante de esos que dices son tus amigos.

Hoy empiezo una nueva vida sin ti. Nuestra próxima cita, en el juzgado. Que te vaya bonito. Au revoir, mon chéri!
M. 
P.D.: por si te lías contando, hay 27 caracoles."


Caracoles a las finas hierbas.
 
Ingredientes: 1kg de caracoles, una bolsita de especias y hierbas surtidas con guindilla, una cabeza de ajos y sal.

Preparación: 
1. Limpiar los caracoles.
2. Escurrirlos y ponerlos en una olla a fuego muy lento tapados hasta que se vea que están todos fuera. En ese momento se sube el fuego al máximo y se espera que rompa el hervor, para que se haga espuma. A continuación se vuelca en un escurridor y se vuelven a lavar.
3. Poner los caracoles en una olla con agua. Añadir la bolsita de especias, los dientes de ajo pelados y chafados y sal al gusto.
4. Se dejan cocer unos 5 minutos una vez que rompa el hervor y listo. Se deben comer calientes y picantes. 

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Mar
Hasta aquí la convocatoria del jueves 6 de junio. Hemos visitado mercados reales y ficticios. Hemos visto que compran los clientes,  escuchado sus conversaciones,  cotilleado sobre las vidas de otros... 
Gracias a todos los que habeis participado con vuestras historias y a los que pasáis a leer.
Es hora de cerrar el mercado y pasar el turno a Ceci
Mar
Veamos que se cuece en los mercados tradicionales :)


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Mar
 Imagen original de gettyimages (www.gettyimages.es)
(Retocada por mi)

Gumersindo va camino del mercado. Le gusta ir temprano cuando aún los clientes están por llegar y el género está recién colocado en los puestos. Se ha acicalado como acostumbra: pelo repeinado hacia atrás con una mano de brillantina que daría para lubricar los goznes de cien puertas, traje azul marino de raya diplomática con el consabido lamparón en la solapa, reloj de bolsillo sujeto con una cadenita dorada de latón y un tufo a Varón Dandy que tira para atrás.

En cuanto cruza el umbral de la puerta principal, se lía un revuelo en los puestos próximos. Los dependientes, divertidos, cunden la voz:

-Ya está aquí. Sálvese quien pueda -ríen por lo bajo.

Y es que Gumer es muy particular en eso de hacer la compra: austero hasta decir basta, más agarrado que un chotis y quisquilloso como él solo.

- Buenos días, doña Paquita- saluda a la pescadera.
- Buenos días, ¿qué va a ser hoy, Gumer? - responde doña Paquita con la confianza que dan los años viendo a Gumer cada día que abre el mercado.

- Hoy tengo una invitada para almorzar... Ya sabe usted, una amiga de la juventud que tantos años después nos hemos vuelto a encontrar.

- Hummm, que picarón de te veo, Gumer - bromea doña Paquita- Entonces hoy el almuerzo es especial...

-Sí, sí, claro. Me vas a poner dos raspas de sardina y una docena de bigotes de gamba, para hacer un caldito. A los filetes de las dos sardinas le quitas las escamas que los voy a hacer a la plancha con un poquito perejil. Por cierto, ponme unas ramitas que no me queda en casa.  

-¡Faltaría más, Gumer! Para clientes como tú el perejil es regalo de la casa. ¿Algo más? -le dice doña Paquita a la vez que piensa que si el perejil no fuera gratis, no lo pediría ni muerto.

- No, nada más. Ya llevo para primer y segundo plato. Ahora voy a la frutería a por el postre. Como es tiempo de cerezas, llevaré unas pocas.

-Sí. Las de hoy se ven estupendas, creo que para acompañar el menú que has pensado, con una tendrás suficiente- le responde muerta de risa doña Paquita.

- ¡Ay, que sentido del humor tiene usted! ¡¡jajaja!!. Cualquiera diría que soy un tacaño, y no es eso. Todo el mundo sabe lo bueno que es llevar una dieta frugal - responde Gumer entre risas.

- Desde luego que sí, Gumer... ¡y tan frugal! Verás lo impresionada que queda tu invitada... Que tengas un buen día - lo despide la pescadera

Con el paquetito de pescado en la mano, se marcha a la frutería.



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Mar

 Imagen tomada de Internet

Mercados tradicionales.
 
Vamos a visitar un mercado tradicional, de los de toda la vida y de los que ya van quedando pocos. Cuando entramos en uno de ellos ¿que encontramos? ¿como es la gente que acude a ellos? ¿son vecinos del barrio, del pueblo o vienen de otro lugar? ¿Son clientes que van a comprar? O por el contrario ¿son turistas que van a curiosear y a sacarse el selfie de turno en el puesto más llamativo?

¿Son mejores los productos de los mercados tradicionales que los de los supermercados? ¿Mejor calidad, precio, variedad, frescura...? Y el trato dispensado por los dependientes ¿son más cercanos, se ganan nuestra confianza tal que somos asiduos de su puesto?

¿Qué mezcla de colores se presentan ante nuestros ojos? Y en cuanto a los olores, ¿que decir de esos puestos de  especias, hierbas aromáticas, plantas para infusiones...? Hablando de olores, tambien nos acompañan los aromas a café, tostadas, churros, frituras, plancha...  ¿Se están reinventando los mercados tradicionales ofreciendo  servicios de cafetería, restauración, snack-bar, gastrobar ..., en un intento de atraer más clientela?

Y por último ¿conocéis alguna anécdota sucedida en un mercado? ¿algo curioso o particular visto o vivido por vosotros?

Espero vuestros relatos. Ya sabéis que no deben extenderse mucho más de las 350 palabras.
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