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El libre albedrío.

Queridos jueveros, vamos con la primera semana de junio y como no tengo en mente un tema para tratar, lo dejo a vuestro albedrío o libre albedrío.

La RAE define el albedrío como la voluntad no gobernada por la razón, sino por el apetito, antojo o capricho y el libre albedrío como potestad de obrar por reflexión y elección.

Espero vuestra participación ya sea en prosa, ya sea verso o aquello que vuestro libre albedrío os diga. Ya sabéis que no debemos excedernos de las 350 palabras y que se publicarán los relatos desde el miércoles noche hasta el viernes noche.

Feliz domingo a tod@s.


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Mar


  Imagen tomada de Internet



Pasada la media noche, te espero.

Ya sabes que no frecuento lugares corrientes hasta arriba de gente; sean discotecas, pubs o bares. Me gustan los sitios tranquilos, apartados y a ser posible, poco iluminados.

Me reconocerás por mi rostro blanco y mis labios negros; por mi pelo largo y mis guantes negros; por mi falda corta y mi corpiño negro; por mis medias felinas y mis tacones negros... Y, por si la bruma arrastra lluvia, llevaré  paraguas con tela gris y lunares negros.

¿Qué más necesitas saber, querido lector, para acudir a mi encuentro? Prometo madrugada divertida hasta que el alba alumbre los colores del nuevo día y se disuelva el negro.

Más relatos en casa de Mag

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Mar


Imagen de Mónica

La bufanda roja que él llevaba se fijó en gris oscuro; el pelo cano, en un gris más claro; el pañuelo de ella, en blanco algodón; en crudo, el grueso chaquetón... En la escala de grises que va del blanco al negro, les robé una foto cogidos de la mano calle abajo en su rutina diaria. Yo, a cierta distancia y con discreción, los seguí embobada y curiosa por saber que hacían cada mañana.

Pasaron por la tahona de siempre a recoger el pan y después, en su paseo por el parque, hicieron una pausa. Se sentaron en el banco que hay  debajo del castaño de indias, que lejos de dar sombra, dejaba pasar un tímido sol invernal entre sus ramas para calentar a las decenas de estorninos que en ellas se refugiaban.

Yo, disimulaba fotografiando la copa del castaño mientras de reojo veía que él acercaba la mano con delicadeza para retirarle los mechones de pelo gris que le ocultaban parte de la cara. Ella lo obsequió con una sonrisa de gratitud, se giró hacia él y se vió reflejada en la inmensidad azul de su mirada. 

Más relatos en casa de Mónica.


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Mar
Efectivamente, como habéis indicado todos, la peli es "El golpe", protagonizada por dos de los grandes: Newman y Redford. Sois muy sagaces, queridos lectores, porque en cuanto habéis leído cuatro líneas, ya la habéis adivinado. O... es que yo soy muy buena describiendo... jajaja!!!

Os dejo el genial pasaje de la partida de póker. Feliz domingo a tod@s.

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Este jueves, Alfredo nos reta a elegir una película que nos haya apasionado y, con esa misma pasión, relatar detalles de la misma [nos ha hecho llorar, reír, sentir miedo, fe, fantasía, inspiración, rabia, envidia]. En ningún momento diremos el titulo ni los nombres de los protagonistas ni delataremos su título con fotografías. Al comentar los relatos debemos adivinar de qué película se trata y valorar la imaginación narrativa utilizada para evidenciar con el mínimo de detalles posibles su título.


Vamos a ver drama, policía, tiros, pícaros, galanes, caballos, comedia, partidas de póker y una contraseña entre compinches muy particular: no es de palabras, pero sí muy visual.

Son los años treinta. En un tren, camino a Chicago, hay una partida de póker. El compartimento donde se juega está amueblado convenientemente porque cuando viaja el señor Lonnegan, éste lo solicita para organizar partidas de póker. Tiene su mesa con tapete verde, butacas alrededor de la misma para los jugadores y otras en segundo plano donde, estratégicamente, se colocan los soplones del señor Lonnegan. 

La partida empieza a desenvolverse en un ambiente entre denso por el humo de los puros que se están fumando y tenso, por las suspicacias del señor Lonnegan a que la partida se le vaya de las  manos... 

     - Doyle, yo le ví que tenía cuatro treses. Debió dar el cambiazo. No debimos dejarle que se saliera con la suya -dice el soplón

     - ¿Y qué podía hacer? ¿Acusarle delante de los demás  de hacer trampas mejor que yo? - le espeta el señor Lonnegan.

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Estamos de cuarentena (¡vaya novedad!); siendo rigurosos, estamos de cincuentena y pasada. Ya sabemos por activa y por pasiva que hay y que no hay que hacer. Depende de nosotros y de nuestras buenas prácticas salir del confinamiento. 

En la calle donde vivo, todos los vecinos nos portamos muy bien (y yo la primera); así que no hay necesidad de denunciar a nadie. Y este comportamiento tan cívico y ejemplar no es de ahora, que estamos con las "leyes estrechas" (como diría mi padre); no.  

La cosa viene de atrás, desde que la señora Marcelina enviudara años ha. ¡La que nos cayó encima! En cuanto cerró el duelo, la buena señora  que se aburría sobremanera en casa, empezó a patrullar calle arriba y calle abajo tomando buena nota de lo que veía y, al día de hoy, de lo que sigue viendo,  desde el balcón. Y como no tiene pelos en la lengua y tampoco la mete en paladar,  te pone de vuelta y media cuando se le cruzan los cables. 

Más derechitos que una vela nos tiene desde entonces. Nadie quisiera (quisiéramos) hacer nada que enojase a la señora Marcelina; por eso, en estos días más que nunca nos guardamos muy y mucho de esa mirada escrutadora que desde el balcón nos vigila cada movimiento.







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