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 Imagen tomada de Internet


Cada mañana de camino al colegio se para en el escaparate de la zapatería que su tía Mónica tiene en la plaza. No lo puede evitar. Natalia pega su cara al cristal y fija sus ojos en los zapatos de charol rojo. Ahí están, tan bonitos y relucientes que parecen de caramelo. Que bien le quedarían con su vestido marinero de rayas blancas y azules y con un ancla roja bordada en el peto... Pero, aún falta tanto para el verano que para cuando llegue no quedará ningún par para ella. De mala gana se despega del escaparate y reanuda su marcha.

Mónica desde la trastienda observa a su sobrina, que tan embelesada como está escudriñando los zapatos, no se ha percatado de la presencia de su tía. Cuando se marcha, Mónica aparta  un par para Natalia y el domingo en el almuerzo en casa de la abuela le pondrá la caja con los zapatos en la silla. Tendrá una grata sorpresa cuando acuda a la mesa para comer.

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10 comentarios:

  1. Precioso relato, porque ¿Que niña no ha soñado con unos zapatos rojos de charol? Menuda sorpresa se llevara Natalia! Besos.

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  2. Esos sn los milagros que gustan sin necesidad que venga el día de Reyes.

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  3. Gracias por traernos con este breve y emocionante texto los recuerdos de sueños hechos realidad. Un abrazo

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  4. Es que las Mónicas somos muy generosas jaja. Bonito relato, Mar. Un beso

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  5. Relato que nos viene a demostrar que las personas a la que no prestamos atención, también pueden hacer milagros.
    Besos.

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  6. Los regalos en la infancia casi siempre son inesperados y ademas a medida de nuestros sueños.Besos.

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  7. Qué bonito! La cara que pondrá la niña cuando vea esos zapatos llenará de emoción a su tía. Un relato muy tierno.
    Un beso

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  8. Muy bonito, tierno y femenino. Es más que agradable leerte.
    Un gusto. Saludos.

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  9. Algo de dulzura en esta realidad menos amable.

    Gracias.

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  10. A menudo la felicidad está en las pequeñas cosas. Me gusta la idea que subyace en esa atenta mirada de la tía. Si estamos pendientes de aquellos que nos rodean, podemos llevarles felicidad con pequeños detalles, con gestos de cariño como una sonrisa o un abrazo a tiempo, y como no, con unos zapatos de charol rojos.
    Un fuerte abrazo.

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