Cada día, antes de terminar su turno, recogía el dinero que a lo largo de la mañana se había generado en las cajas. Toñi trabajaba en un supermercardo y entre otras cosas, era la encargada de atender la línea de caja: proveía el dinero para cambio, asistía a los compañeros de caja siempre que era necesario y como ya he comentado, acometía las retiradas de dinero y las custodiaba hasta que ella misma las depositaba en la caja fuerte.
Toñi tenía una debilidad: el oro. Cuando pasaba, camino del trabajo, por delante de la joyería, el escaparate la atrapaba. Miraba con fijación todo cuanto se exponía en él. Luego, con desgana seguía su camino negando con la cabeza. Con su sueldo no podía permitirse nada de lo que allí se exponía ni siquiera aquellos pendientes que tanto le gustaban... a no ser que... De pronto se le encendió una lucecita en su interior y con una sonrisa maliciosa trazó un plan: sisaría cada día una pequeña cantidad, apenas nada, de los sobres de la retirada de las cajas y de los cartuchos de monedas para el cambio antes de depositarlos en la caja fuerte del supermercado. Y así lo hizo.
Empezó con pequeñas cantidades, y expectante, aguardaba unos días con mucho nerviosismo a ver si alguien la descubría. Como no pasaba nada, se animó a subir la cuota de sus sustracciones y a llevarlas a cabo con más frecuencia y cuando se confió en que su plan era perfecto y todo estaba controlado... una compañera, la pilló in fraganti.
La fiebre por el oro, a Toñi le costó su puesto de trabajo, una denuncia por robo y perder lo que ninguna persona debe perder: la dignidad.
Más fiebre áurea en casa Juan Carlos
Esa fébrula tan continuada en el tiempo no ha sido buena. Lo efectivo hoy en día es un subidón de fiebre a lo grande, directamente se asalta la joyería entera. Seguramente le habría compensado como a algunos personajes que han robado a lo grande y no devuelven ni un duro.
ResponderEliminarBesos (el mejor termómetro)
Pues sí que hay que ser arriesgada o tener la cabeza tocada para pensar que nadie se iba a dar cuenta de ello. Ahora solo le queda la fiebre del Paro...
ResponderEliminarBesos
Esta situación está a la orden del día, muy cerca tengo unos conocidos a los que les ha pasado algo similar.
ResponderEliminarY es que el dinero fácil es muy goloso.
Un beso.
Es que el robo puede empezar despacito hasta perder la conciencia de lo que se está haciendo y la persona termina siendo adicta a ello. Muy bueno y preciso tu relato amiga Mar!!!
ResponderEliminarLa fiebre es una enfermedad. Da igual oropatía que oromanía. Si no nos deja razonar, estamos perdidos.
ResponderEliminarDemasiado cara le salió la fiebre por las joyas a tu protagonista, dicen que la avaricia rompe el saco...Cuidado con los sueños que se convierten en pesadillas como esta, de tu buen relato.
ResponderEliminarBesos Mar.
Me da que planteas una fábula con la avaricia como móvil de la fiebre. Sin embargo, en otras ocasiones la fiebre es una consecuencia de la miseria.
ResponderEliminarB7s
El brillo lo ha llevado a la miseria mas indigna.
ResponderEliminarUn abrazo:)
Se equivocó de sistema. Debió trabajar duro con los compañeros y blando con los jefes, ascender, pisotear a alguno en su subida, y ocupar un despacho en la planta noble. Desde allí se suele robar mejor y con menos peligro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cierto, debió prostituir su dignidad y ascender bien alto. Y entonces robar "con clase y a destajo"
ResponderEliminarUn beso
Se endulzó los bolsillos con poco pero luego quiso más. De una forma u otra era un robo, me alegro que la atraparan, quizás si lo hubiese pedido se lo habrían dado.
ResponderEliminarUn beso.
Muchos robos comienzan por pequeños hurtos y no se sabe donde se puede llegar.
ResponderEliminarLa ocasión hace al ladrón dicen por allí. Pienso que uno no debe rebajarse por un mero capricho. A veces creemos que merecemos más de lo que tenemos, pero cada quien tiene lo que en realidad le corresponde.
ResponderEliminarDiría que la mayoría hemos querido algo que no podemos conseguir, pero nunca hay que atentar contra el esfuerzo de los otros, (como en la historia, compañeros de trabajo) ya que todos intentamos esforzarnos.
...y en cambio es así como empiezan algunos su carrera "política" jejeje
ResponderEliminarUn abrazo
los pobres somos tan gilipollas a veces que NI ROBAR SABEMOS...
ResponderEliminarmedio beso.
Hola, Mar.
ResponderEliminarNo me da pena de Toñi porque se lo jugó ella misma. Lo que me da pena es que a los que roban mucho no les pillen.
Besos.
Esta pobre criatura no leía los peródicos ni veía la televisión, !si es que esto no va así!
ResponderEliminarUn abrazo.
Si es que ya lo dijo alguien ¿o ha sido mucha gente ya? que la avaricia...Personalmente prefiero la plata. Bs
ResponderEliminarPor el oro perdió todo...No merece al pena. Buen relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Más que perder la dignidad, la fue derramando ella misma, sisa a sisa.
ResponderEliminarUna vision muy coherente con la convocatoria.
Besos.
La atracción hacia lo ajeno no nos debe hacer olvidar lo más importante. La honradez, la dignidad, la ética, son valores a los que nunca debemos renunciar. Ese y no otro, es el auténtico tesoro que tenemos Ese, si nos lo proponemos, siempre nos pertenecerá.
ResponderEliminarUn abrazo.
Si hubiera robado mil millones de euros la recibirían con aplausos en todas partes.
ResponderEliminarBesos.
Una pena, la avaricia rompe el saco. No vale la pena perder el trabajo por una pulsera de oro.
ResponderEliminarBuen relato
Un abrazo
La fiebre del oro, la cegó...
ResponderEliminarBuen relato, amiga Mar.
Abrazos desde mi azul mar :)
Así se escriben ciertas historias, comienzan con el dulce y acaban comiendo amargo. Me ha gustado como llevaste adelante el relato, muy real en ese entramado de ideas, planes y proyectos finalmente truncos.
ResponderEliminarBesos!
Gaby*
Mal trueque, oro a cambio de dignidad. Un beso.
ResponderEliminarLa avaricia y el deseo de tener más nos pierde? se acaba perdiendo el respeto por uno mismo.
ResponderEliminarUn buen relato.
un abrazo :)
Un lógico final pero no por ello menos duro al que la llevó la ambición... Torpeza y ambición, una combinación peligrosa.
ResponderEliminarNos veremos este jueves en tu casa, con mucho.
Un gran abrazo.
desde la primera sisa perdió su dignidad esa Toñi, que no era para comer. Buena forma de ver otra clase de la misma fiebre.
ResponderEliminarun abrazo
Como no pasaba nada,necesitamos que nos controlen como si fuesemos niños pequeños. Siempre pasa,perdemos los límites. Besote
ResponderEliminarEl caprichito de los pendientes, la comprendo somos humanos y débiles, le costó muy caro, demasiado. El arte de sisar es antiguo y suele costar disgustos terribles, la incontinencia por el oro es una fiebre maligna.
ResponderEliminarBesito y disculpas por tardar, hasta ayer estuve contemplando el oro puro del sol napolitano.
Y lo mejor es que suele pasar, quien anda con dinero en muchos casos, no todos, suele tener esa tentación... muy mal amigo el querer tener lo que no se puede, se la jugó
ResponderEliminarBesos
Quien a oro mata... a oro muere.
ResponderEliminarBesos, Mar.