Se
quedó impresionada con la actuación del tragafuegos. No se
explicaba el control que tenía sobre la antorcha. La manejaba a su
antojo: igual levantaba una feroz llama que casi acariciaba las
barras de los trapecistas, igual la reducía a la nada detrás de sus
blancos dientes. Le fascinaba verlo actuar, y todavía le fascinaba
más las sonrisas que dirigía al público… sonrisas que la muy
avariciosa quería acaparar únicamente para ella y, se dijo a sí
misma, tenían que ser para ella.
Terminada la función, se separó del grupo con el que había acudido al circo y anduvo merodeando por los alrededores del campamento. La luz de una fogata llamó su atención y se acercó con cuidado de no ser vista. Por suerte no había nadie cerca.
- ¿Tienes frío? -le preguntó alguien.
- Eh..., sí... un poco -respondió, sorprendida.
Se giró para ver quien le hablaba y encontró al tragafuegos, a su tragafuegos, plantado delante de ella, sonriente.
- Yo también. Vamos a sentarnos junto al fuego -la invitó.
Se dejó llevar de su mano y se sentó a su lado. No le quitaba ojo de encima, no podía. Le atraía todo de él: su pelo negro, su piel morena, sus ojos verdes, su porte regio, su mirada hechicera...
- Dame un beso -le pidió ella.
- Niña, no te equivoques. No soy hombre de besos vacíos ni de pasiones pasajeras. Soy calé y solo besaré a la mujer que me quiera.
Terminada la función, se separó del grupo con el que había acudido al circo y anduvo merodeando por los alrededores del campamento. La luz de una fogata llamó su atención y se acercó con cuidado de no ser vista. Por suerte no había nadie cerca.
- ¿Tienes frío? -le preguntó alguien.
- Eh..., sí... un poco -respondió, sorprendida.
Se giró para ver quien le hablaba y encontró al tragafuegos, a su tragafuegos, plantado delante de ella, sonriente.
- Yo también. Vamos a sentarnos junto al fuego -la invitó.
Se dejó llevar de su mano y se sentó a su lado. No le quitaba ojo de encima, no podía. Le atraía todo de él: su pelo negro, su piel morena, sus ojos verdes, su porte regio, su mirada hechicera...
- Dame un beso -le pidió ella.
- Niña, no te equivoques. No soy hombre de besos vacíos ni de pasiones pasajeras. Soy calé y solo besaré a la mujer que me quiera.
Más relatos en casa de Mag
¡Uy que calé más de ley...!
ResponderEliminarQue ganas de negar un beso a una mujer que lo pide.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pensé que pondría la excusa de aliento a gasolina. Un final inesperado. Muy bueno
ResponderEliminarUn abrazo
Válgame Undebé del cielo que caló con más feten.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy bien esa respuesta para que luego digan que los hombres no saben decir un NO..me gusto una buena lección .
ResponderEliminarGracias Mar por ti lindo relato .
Un abrazote grande y muy feliz noche.
Cale, cale de los de antes. Precioso relato Mar, besos.
ResponderEliminarLe gustaban fogosos.. jeje. Buen inicio para una historia que quiere más. 😊 un abrazo
ResponderEliminarDesde luego que era café, nada de promiscuidades. Un final inesperado para un personaje de circo jeje. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy bueno! Final inesperado. Yo me iría enojada...jejeje.
ResponderEliminarSylvia