Imagen tomada de Internet
Se que tengo algo de despistada, porque no siempre me entero de lo último, y si me apuráis, tampoco de lo penúltimo. Tambien me ocurre que cuando ando por sitios que frecuento poco, desconecto totalmente de las caras con las que me voy cruzando. Puesto que no espero ver a nadie conocido, me zambullo de lleno en mis pensamientos, hasta que alguna voz amiga me saca del trance:
- Eh... ¡Mar! ¡Mar! ¡Chica, vas alelada!
- No te había visto - me disculpo. Aunque no se si realmente cree que no la he visto o simplemente disimulaba. Lo cierto es que no, no la había visto.
La historia que os voy a contar no es de estar al día de todo, ni de estar en Babia; es de ver lo mismo que un gato de escayola: nada de nada.
Estaba con mis amigos Javier y Luis (sí, los mismos de los de la receta de spaguetti a la putanesca) pasando el fin de semana en un camping en la bonita comarca de la Alpujarra granadina. El sábado por la noche después de la cena y algunos mojitos aderezados con lo que Luis llevara en su petaca, tuve que ir a los baños del camping.
- Llevate la linterna, Mar -me ofreció Javier.
- No es necesario. Conozco el camino de sobra -dije
De vuelta a la parcela donde teníamos las tiendas, estaba un poco deslumbrada por el contraste entre las luces de los baños y la oscuridad del exterior, pero más o menos me orientaba.
- A ver, era la tercera calle... sí. Y ahora la cuarta tienda... Sí, sí, esta es. Tienda tipo canadiense, lona azul y naranja. No hay duda -me dije
Abrí la cremallera y entré tal cual.
- ¡¡Oye tú!! ¿Que estás haciendo? - gritó una voz de chico.
- ¡¡Jose, echa a este tío de la tienda!! ¡¡PERO YA!! - sonó la histérica voz de una chica
- AAAAHHH! ¿Quienes sois vosotros? ¿Que hacéis en mi tienda?- grité yo tambien.
Salí de la tienda como alma que lleva el diablo, entre asustada y confundida.
-¿Pero esto que es...? - dije mirando alrededor mío.
Justo dos tiendas más allá asomaban las caras de Javier y Luis muertos de risa.
- Psss, psss Mar, que no es ahí. Que te has equivocado y has ido parar a la tienda de los tortolitos - me dijo Luis.
- ¡Jajaja! Mar mira que te he dicho que te lleves la linterna y no te ha dado la gana- añadió Javier- bien empleado lo tienes por no hacerme caso.
Más roja que una granada y muerta de vergüenza, le pedí disculpas a la pareja y me fui para mis amigos:
-¡No tenéis perdón! Me estáis viendo irme para otra tienda que no es la mía y os quedáis ahí callados; no sois para avisarme. ¡Esta me la pagáis!
-Jo, Mar, no te enfades. Si es que nos lo has puesto a huevo, ¡jajaja! -rió Luis
-Anda ¿y lo bien que lo estamos pasando?- dijo Javier - Además me la debías del día de los spaguetti a la putanesca.
Javier llevaba razón, lo estábamos pasando bien aunque esta vez fuera yo quien diera la nota. Así que, pasado el mosqueo, no me quedo más remedio que reírme con ellos de la situación tan embarazosa que acababa de protagonizar.