Mar
Amanece la mañana vestida de gris, gris plomo.
Amanece la mañana engalanada de gris, gris plata.
Amanece la mañana cubierta por un vaporoso manto de niebla blanca, tan densa, que me pesan hasta las pestañas.
Es indiferente como despunte el día porque después lo grises se irán a azul y la niebla se levantará. Verás mis ojos sonreir bajo los tímidos rayos de sol, y, si me conoces, adivinarás que mis penas quedan ocultas en mi corazón.
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Mar

Mar

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GÁRGOLAS

La niebla envuelve la ciudad. La tenue luz que desprenden los faroles se difumina en una amarillenta aureola arrebatada a la oscuridad. Las frías callejas colindantes con la catedral están mojadas y desiertas. No dan abrigo a nada ni a nadie, ni a una mísera rata con la que cebarse.

Con la capucha subida, la siniestra dama, oculta su cara. La guadaña, con filo romo, la lleva en la mano apoyada en el hombro; y en la espalda, carga un saco negro para guardar sus tesoros.

Deambula errática por el laberinto de calles sin rumbo fijo, ni plan establecido. Sabe que esta noche tendrá que conseguir otro trofeo más para sumarlo a su tenebroso saco de tesoros. Buscando por los callejones, por las esquinas, por los rincones algún ser al que aniquilar, se encuentra, sin querer, frente a la portada de la catedral. Amparada en la oscuridad y con el telón cómplice que la niebla le brinda, se encarama allá donde se encuentran las gárgolas. Mira a un lado y a otro para asegurarse que no la ve nadie. Con la destreza que da el uso, corta la sonrisa pétrea de las gárgolas con el filo romo de la guadaña y rápidamente las guarda en su saco negro. Baja al suelo con el botín a salvo y comienza su marcha despacio. Sin prisa, su silueta se disuelve un paso más allá de la plaza, engullida por la niebla.

Desde entonces las gárgolas de la catedral, atónitas, tienen el horror fijado en los ojos. Desde entonces a mi me da miedo mirarles la cara.

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Mar

Os dejo el tema con el cual Amaral abre su último trabajo, "Salto al color".
SUBLIME es la palabra con la que lo defino.

Olas del mar de Vigo,
¿vieron a mi amigo?
Olas del mar agitado,
¿vieron a mi amado?
Ay Dios, ¿vendrá pronto?
https://lyricstranslate.com
 Olas del mar de Vigo,
¿vieron a mi amigo?
Olas del mar agitado,
¿vieron a mi amado?
Ay Dios, ¿vendrá pronto?

Olas del mar de Vigo,
¿vieron a mi amigo?
Olas del mar agitado,
¿vieron a mi amado?
Ay Dios, ¿vendrá pronto?
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Olas del mar de Vigo,
¿vieron a mi amigo?
Olas del mar agitado,
¿vieron a mi amado?
Ay Dios, ¿vendrá pronto?
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Olas del mar de Vigo,
¿vieron a mi amigo?
Olas del mar agitado,
¿vieron a mi amado?
Ay Dios, ¿vendrá pronto?
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Olas del mar de Vigo,
¿vieron a mi amigo?
Olas del mar agitado,
¿vieron a mi amado?
Ay Dios, ¿vendrá pronto?
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  Imagen de Mónica
Mirando la cabecera de "La Bitácora de Mar" veréis la cita que la acompaña: "Caminante no hay camino, sino estelas en el mar" . El autor no necesita presentación. Por tanto, ya habréis adivinado la frase que he escogido... ¿o no? ;)

Es propio de aquellos con mentes estrechas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza. Antonio Machado.

Una gran frase dicha por el poeta hace ya decenas de años, y me da que está en vigor en la actualidad y que lo seguirá estando, teniendo en cuenta comportamientos y actitudes de la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Pero..., no voy a seguir por ese camino y os voy a contar algún relato para ilustrar las palabras de Machado.  

Juan es monaguillo de la parroquia de su pueblo desde que hizo la primera comunión. Lleva ya tres años y le gusta mucho las tareas que le encomienda el padre Luis para la celebración de misas y otros actos religiosos. El cura se ha convertido en un buen amigo, en ese hermano mayor que le sirve de modelo y de guía a quien puede contar algunas cosas que no se atrevería a decirle a nadie más. Sí, cosas que para Juan son un mundo nuevo y que a sus trece años, lo tienen más que confuso.

-Padre, necesito contarle algo
-Dime Juan, ¿que es?
-Prefiero que sea en el confesionario

El padre Luis, lo mira con sorpresa pues la conducta y educación de Juan son más que notables y le extrañaría mucho que el chico pudiera haber hecho algo mal. Así que accede y van al  confesionario

-Padre, me siento mal porque no dejo de pensar en mi amigo Pedro. Es mi mejor amigo de juegos y de colegio, pero lo miro de otra forma. Creo a mi me gusta igual que a los otros chicos les gustan las chicas...Y no se que hacer. Yo intento que me guste Clara o Maribel o Inés... pero no. No puedo. Me gusta él... ¿que puedo hacer? Tengo miedo de que lo que siento no sea bueno .

El cura se revuelve en el asiento y le cuesta creer lo que oye. No puede ser que a un niño le guste otro niño, y menos  a uno como Juan, tan buen chaval y tan modélico que no es posible que sienta ese "libertinaje" dentro de él.

-Juan, no te preocupes. Cuando uno siente sensaciones nuevas, se asusta. Pero tu no tengas miedo.  Será cuestión de unos meses que se te vaya pasando, que conozcas a una chica que te guste y todo quede en una anécdota.  Además a ti no te pinta ser homosexual, siendo de buena familia como eres...Ya velaré yo por ti y te llevaré por el buen camino, porque dime ¿que clase de vida llevarás si la compartes con un hombre? ¿has pensado que no podrás tener hijos? y la gente ¿que dirá de ti? Anda, olvidate de tus fantasías y ve con Dios.

Juan se marcha cabizbajo pensando porqué el padre Luis no le ha preguntado  si el sería feliz  compartiendo su vida con un chico.

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Mar





Se quedó impresionada con la actuación del tragafuegos. No se explicaba el control que tenía sobre la antorcha. La manejaba a su antojo: igual levantaba una feroz llama que casi acariciaba las barras de los trapecistas, igual la reducía a la nada detrás de sus blancos dientes. Le fascinaba verlo actuar, y todavía le fascinaba más las sonrisas que dirigía al público… sonrisas que la muy avariciosa quería acaparar únicamente para ella y, se dijo a sí misma, tenían que ser para ella

Terminada la función, se separó del grupo con el que había acudido al circo y anduvo merodeando por los alrededores del campamento. La luz de una fogata llamó su atención y se acercó con cuidado de no ser vista. Por suerte no había nadie cerca.

 - ¿Tienes frío? -le preguntó alguien.

- Eh..., sí... un poco -respondió, sorprendida.
Se giró para ver quien le hablaba y encontró al  tragafuegos, a su tragafuegos, plantado delante de ella, sonriente.

- Yo también. Vamos a sentarnos junto al fuego -la invitó.

Se dejó llevar de su mano y se sentó a su lado. No le quitaba ojo de encima, no podía. Le atraía todo de él: su pelo negro, su piel morena, sus ojos verdes, su porte regio, su mirada hechicera...

- Dame un beso -le pidió ella.

- Niña, no te equivoques. No soy hombre de besos vacíos ni de pasiones pasajeras. Soy calé y solo besaré a la mujer que me quiera.


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Mar



Muy de mañana, Gumersindo ya  está en la calle camino del mercado. Como de costumbre va paseando y cavilando que puede echar hoy a la cesta que llene mucho y que cueste poco dinero cuando de repente un lamento lo saca de sus pensamientos

- ¡Ay, pobre de mí! ¿Que voy a hacer ahora sin ti?

Gumersindo gira hacia el callejón de donde procede esa voz desconsolada y ve en la puerta de una casa un grupo de gente, que en corros, charla bajito. Se acerca a uno de ellos y pregunta

-Buenos días. Disculpen mi intromisión, ¿ saben ustedes que ocurre? Acabo de escuchar a alguien gritando... una mujer, creo.

- Buenos  días, Gumersindo. Has oído bien, sí. Es doña Adelina, rota de dolor. Esta madrugada a fallecido don Adrián, su marido - responde el panadero que anda por allí haciendo el reparto diario.

- ¡Ah...! Eso ya me cuadra más - responde Gumersindo- Siendo así la cuestión, voy a pasar a dar el pésame doña Adelina.

 Ya en el umbral de la puerta, otra retahíla de lamentos sorprenden a Gumersindo

 -¡Ay, que lástima de mi Adrián y que lástima de mi! ¡Adios, amor mío, entre las piernas te llevas lo que más me divertía...! -solloza amargamente la viuda.

Gumersindo, escandalizado por lo que acaba de oír, no sabe si darse la vuelta y marcharse o entrar y ver que está pasando allí. Como puede más la curiosidad que el pudor, termina por entrar a la habitación donde se está velando a don Adrián.

Don Adrián, músico de profesión, dejó dispuesto que cuando pasara a mejor vida le echaran consigo su querida guitarra para amenizar la travesía (tal sentido del humor tenía). Así pues, cumpliendo con la última voluntad de su marido, doña Adelina colocó la guitarra que tantas veces tocó para ella, entre las piernas del difunto.

He querido poner una nota de humor a este jueves, adaptando una chanza que en otros tiempos se cantaba o recitaba en carnavales. Seguro que os ha sacado alguna sonrisilla :)


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Mar
Imagen de Mónica


Asomaban algunas nubes por el horizonte que amenazaban con ir a más, como otras tantas tardes de otoño pero sin que al que final cayera una sola gota. Necesitaba salir de casa y despejar los pensamientos deprimentes y mustios que llevaban acosándome días. Con la esperanza de que la tarde se cerrara en agua, me calcé las zapatillas de deporte  y, con  auriculares y smartphone en ristre, me fuí al parque a correr. 

Me senté en uno de los  bancos que hay en torno a la fuente de la Estrella a tomar un respiro y observé que en los escalones de granito que la rodean se estampaban con fuerza las primeras  gotas de lluvia... Cerré los ojos y me dejé llevar por música que sonaba en mis auriculares.

Necesitaba una tarde de lluvia que removiera mi melancolía, necesitaba un cielo gris en sintonía con lo que sentía. Necesitaba oler a tierra húmeda que me despertara del letargo en el que estaba sumida, necesitaba que el agua de lluvia me empapara y arrastrara consigo mi  desazón y apatía.

Y, por fin, eso ocurrió. Así que, agradecida, miré al cielo y lancé un beso porque quizá (MAY), en algún lugar (SOMEWHERE) esté ella y de alguna forma (SOMEHOW) me esté enseñando a llevar mi pesar. Ella, siempre ella.

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Tema: Somewhere, over de rainbow. Louis Armstrong.

Mar
 
Imagen tomada de Internet

Sentado en la mecedora, armado de paciencia, la estaba esperando. Era bien entrada la noche cuando la aldaba de su puerta fue golpeada tres veces, rompiendo el silencio que reinaba en la casa. Muy diligente se levantó, se ajustó la pajarita y se atusó con la manos el cabello en un intento torpe de agradar a su visita. Abrió la puerta y suspiró aliviado. 

- Llevo esperándote mucho tiempo- le dijo con su mejor sonrisa.

La dama, sorprendida con semejante revelación, se retiró la capucha para dejarse ver con todo su esplendor y apoyada en el astil de su guadaña le dijo:

- Me sorprende tu bienvenida, pues nunca nadie hasta ahora me había recibido con una sonrisa. Dime, ¿no me tienes miedo?

- No – replicó él.

“No teme a la muerte...” pensó ella con extrañeza. Muerta de curiosidad (mire usted que ironía) le preguntó:

- Entonces, dime ¿a qué temes?
- Temo al sufrimiento y al dolor que padezco. Te esperaba hace tiempo porque se que serás bondadosa conmigo, que me llevarás contigo y el viaje será mi liberación. Ya nunca más estaré sometido ni al yunque del sufrimiento ni al yunque dolor.

La muerte, conmovida por aquellas palabras, lo abrazó con suavidad, lo envolvió en su negro manto y juntos partieron hacia el más allá.

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Mar



 Imagen tomada de Internet.

Se que esperas de mi que te diga una vez más "te perdono"; pero, hoy, te has equivocado. Se acabó. No te perdono porque me has lastimado. Mi corazón no merece tus desaires ni tus nulas atenciones. Has normalizado tanto lo que antes eran excepciones, que ya me da igual con quien andes o con quien pierdas la poca dignidad que te queda trasnochando por esos bares.

Son ya muchas las oportunidades que te he dado y sin embargo ninguna de ellas
has aprovechado. Así que ahora, vete, márchate de mi lado. 

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Mar

 Imagen tomada de Internet


Cada mañana de camino al colegio se para en el escaparate de la zapatería que su tía Mónica tiene en la plaza. No lo puede evitar. Natalia pega su cara al cristal y fija sus ojos en los zapatos de charol rojo. Ahí están, tan bonitos y relucientes que parecen de caramelo. Que bien le quedarían con su vestido marinero de rayas blancas y azules y con un ancla roja bordada en el peto... Pero, aún falta tanto para el verano que para cuando llegue no quedará ningún par para ella. De mala gana se despega del escaparate y reanuda su marcha.

Mónica desde la trastienda observa a su sobrina, que tan embelesada como está escudriñando los zapatos, no se ha percatado de la presencia de su tía. Cuando se marcha, Mónica aparta  un par para Natalia y el domingo en el almuerzo en casa de la abuela le pondrá la caja con los zapatos en la silla. Tendrá una grata sorpresa cuando acuda a la mesa para comer.

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Mar



 Imagen tomada de Internet


No creas que no te he descubierto.
Se de tus mentiras, 
desde hace mucho tiempo.
Tu no sospechas nada,
 porque yo te sigo el juego.

Llegará el día en el que, 
en bandeja de plata,
todas tus mentiras
te las sirva frías.

Tú, pondrás cara de póker
como siempre haces.
Yo, esperaré paciente
a que con todas ellas te atragantes.

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Mar


F I N    D E    F I E S T A S

 
Gracias a cuantos habéis participado en esta convocatoria que, dado las fechas festivas y vacacionales que tenemos por esta parte del globo, no ha sido demasiado participativa... pero, es de entender :)

El próximo jueves será el 29 de agosto y lo coordinará a Juan Carlos
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Mar


 Imagen: J. Laurente

Daban las doce de mediodía en el reloj de la torre. Natalia cogía la mano de su abuela con fuerza, mezclada entre la multitud de la plaza, esperando con impaciencia que las campanadas concluyeran. Con el último golpe de reloj, entre cohetes tirados al cielo, globos y serpentinas multicolores  dio inicio el pasacalle. Músicos, majorettes, titiriteros, gigantones, cabezudos... Natalia miraba con expectación para no perderse ningún detalle. Llevaba muchos días esperando el desfile y era tanto el entusiasmo y alegría que sentía que acabó contagiándoselo a su abuela.

Terminado el pasacalle, ambas se dirigieron al merendero donde se había dispuesto un almuerzo para todos los vecinos y visitantes de la villa al aire libre. Entre tanta gente, a Natalia le llamó la atención un hombre de pelo cano vestido con un ropaje algo bohemio y sombrero tirolés. Mientras lo observaba, él se giró y le devolvió un guiño acompañado de una sonrisa. Natalia tímida, se volvió rápidamente a buscar a su abuela.

En la sobremesa, todos los niños fueron convocados al área recreativa donde, para sorpresa de Natalia, el mismo hombre del sombrero tirolés los estaba esperando. Resultó ser un extraordinario cuenta cuentos. Les narró historias fantásticas ocurridas en unos lugares tan lejanos y remotos que ni siquiera su abuela Nadia conocía. Cuando terminó sus relatos, el cuenta cuentos regaló a cada niño una cajita de madera con tres canicas de colores.

Natalia voló hacia su abuela para enseñarle las canicas. Eran multicolores y cuando mirabas a través de ellas al cielo, veías todo el espectro del arco iris. Nunca nadie le había regalado algo así: tan simple y tan mágico al mismo tiempo.

Natalia, abrazó a su abuela y en la mejilla le soltó un sonoro beso, agradeciéndole así el día tan bonito que estaba pasando; aunque ese sentimiento apenas era nada comparado con el júbilo que embargaba a Nadia.


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Mar
Vamos con la relación de relatos que, en plenas vacaciones y puente de agosto, van llegando (sin prisa, pero sin pausa) a La Bitacóra de Mar.

1. Inma. Blog Molí del Canyer.

2. Mar. Blog La Bitácora de Mar

3. Tracy. Blog Tracycorrecaminos

4. Poetas Vivos. Blog Poetas vivos  

5. Madosan. Blog . Relatos... ¿Realidad o ficción?
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Mar

 Fiestas patronales

Imagen de Paul Jackson


El jueves 15, en España es fiesta nacional y además  miles de pueblos y ciudades celebran sus fiestas patronales con sus verbenas, sus fuegos artificiales, sus conciertos, recitales...  

Os propongo escribir un relato relacionado con estas celebraciones, ya sea un episodio en la verbena, la descripción de esos fuegos artificiales que nos sacan "ohhhhh'es", pasacalles, cucañas, cuenta cuentos, treatrillos... En fin lo que se os ocurra.

Ya sabéis que no debéis excederos demasiado de las 350 palabras. Os espero desde el miércoles noche al viernes noche para publicar vuestros relatos. ¡No faltéis!


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Mar



 Imagen tomada de Internet

Aquí estoy: tocando fondo. Sí, lo se, bien empleado lo tengo por ser una golosa y andar, o mejor dicho, volar metiéndome donde no debo. Pero..., siempre hay un pero, una justificación por burda que sea, que ni yo misma me la creo, para intentar salir airosa del fregado, o baño,  en el que me he metido.

Así empezó todo.
Me disponía a atacar una migaja de brownie que aquel niño descuidado dejó caer en la mesa, cuando mi olfato me detuvo en seco. Un aroma dulzón venía de la mesa contigua... todo un manjar para mis finos sentidos. Levanté vuelo, veloz como un rayo, y en un tris localicé la fuente de tan placentero elixir: una magnífica copa de anís recién servida al caballero de pelo entrecano.  Me posé en el borde y aspiré hondo hasta empacharme con el olor; después me lancé en picado a degustar el licor. Tan glotona como soy, bebí hasta mucho más allá saciar mi ansia (eso es gula, diríais los humanos). A la hora de retirarme, algo falló. Sentía la cabeza aturdida, la copa giraba en torno a mi,  las alas no me levantaban y mis patas mojadas tiraban hacia abajo de mi como si de ellas pendieran anclas de plomo. 


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Mar
Para este jueves, Dorotea nos propone escribir un "cuento numérico" que relacione un número entre el uno y el diez con con un título que haga referencia a ese número. Yo he escrito un haiku acompañado de una fotografía mía a la que he bautizado con el nombre de "Tríptico" por presentar tres flores de las cuales no se el nombre :(  El haiku a su vez se compone de tres versos, con cinco, siete y cinco silabas respectivamente (como ya sabeis). Espero así cumplir con los requisitos de este jueves vacacional.


T R Í P T I C O





Tres señoritas
con mantilla violeta
sonríen al sol.


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Mar


Cogida del brazo de su madre, se deja llevar entre las parejas que charlan en el hall del cabaret, haciendo tiempo para entrar a ver el espectáculo.

No se siente nada cómoda con el atuendo que en esta ocasión su extravagante madre, le ha hecho que se ponga. Pero como lo prometido es deuda... En fin, volviendo al vestuario, si se mira de pies a cabeza, nada de lo que lleva está acorde con sus gustos. 

Los calzones bombachos, demasiado masculinos; ella que es de faldas y corpiño, no puede estar más en desacuerdo. Acentúan su cintura a costa de aumentar considerablemente el volumen de sus caderas; por no hablar de esa especie de tutú que como ha podido se ha pillado con el escote de la blusa. Ella sabe lo que ha penado poniéndoselo, porque le venía más que justo pero al menos le cubre los pechos y no se nota que no lleva su imprescindible corpiño.



Y para terminar, ¿qué pinta con esa peluca blanca a la que ha tenido que poner debajo varios pares de medias viejas para hacer las veces de copete y rematar el tocado con un lazo amarillo? 

Suspira para sus adentros y confía con no cruzarse con nadie conocido en el cabaret. 

Para el próximo cumpleaños de su madre, no volverá a preguntarle que le gustaría que le regalase. Con una tarta y unas velitas, va que arde :)

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Mar



A media noche.

Doce campanadas suenan en el reloj del viejo torreón. Dicen que es la hora de las brujas, la hora en la que salen a volar por el cielo. Dicen que es la hora de las cenicientas, la hora en la que corren despavoridas y pierden sus zapatitos de cristal en el suelo.

Yo, nunca fuí a bailes  hasta la media noche ni creí en  príncipes azules que rescatan a princesitas de su cautiverio. Será porque la sangre que fluye por mis venas es roja y durante el día tengo los pies en el suelo. Por eso, esta noche después de que la última campanada ponga fin al baile, reclinada sobre mi escoba, en un alero del tejado, te espero. ¿Vienes...?


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Mar

 

Silencio, porque callas.
Silencio, porque callo.
Silencio, por miedo a lo desconocido.
Silencio. Así lo prefiero, cuando mi diálogo se convierte en monólogo ante la ausencia de tu réplica; cuando mi discurso no aporta nada.

Guardo silencio y no hago preguntas porque temo que tus respuestas no sean las esperadas; porque no quiero aventurarme en conversaciones que me lleven por derroteros no deseados.

Silencio, porque la verdad de ahí fuera sea tan cruda, que de un sólo golpe certero, acabe con todas mis ilusiones.

Silencio, envolvente y denso; tanto, que casi se puede cortar. Sólo se oye mi pausada respiración, el roce de mi pluma escribiendo en el papel y el infinito tic-tac de las manecilla del reloj. Y yo, temerosa de romper tan mágico momento,  con sigilo y de puntillas, me retiro de mi escritorio. No más palabras. Silencio.


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Mar



Imagen de BIGSTOCK

Hoy cumplen diez años de matrimonio, con más sombras que luces. Atrás han quedado días de recelos, suspicacias y ese sin vivir que tantos quebraderos de cabeza le han traído. Sí, así es porque ya no le importa.

Para celebrar el aniversario de bodas y lo que para sí ha bautizado como el primer día del resto de su vida, ha preparado unos caracoles* aderezados con hierbas aromáticas; pero dado lo especial de la ocasión, son "Escargot aux fines herbes".

Ha puesto la mesa con mantel blanco, servilletas rojas, copas para el vino, cubiertos para dos comensales, una cazuela de barro con los caracoles para él y en el sitio de ella, un plato con una carta:

"Hasta aquí nuestra vida en común. Se de tus infidelidades prácticamente desde el principio y son exactamente las mismas que el número de cuernos de los  caracoles (perdón, escargot) que te vas a comer. Como no eres muy avezado en matemáticas te sugiero que cuentes los caracoles y con la calculadora del móvil los multipliques por dos. Eso te dará el número exacto cuernos que me has puesto, por si quieres faldar delante de esos que dices son tus amigos.

Hoy empiezo una nueva vida sin ti. Nuestra próxima cita, en el juzgado. Que te vaya bonito. Au revoir, mon chéri!
M. 
P.D.: por si te lías contando, hay 27 caracoles."


Caracoles a las finas hierbas.
 
Ingredientes: 1kg de caracoles, una bolsita de especias y hierbas surtidas con guindilla, una cabeza de ajos y sal.

Preparación: 
1. Limpiar los caracoles.
2. Escurrirlos y ponerlos en una olla a fuego muy lento tapados hasta que se vea que están todos fuera. En ese momento se sube el fuego al máximo y se espera que rompa el hervor, para que se haga espuma. A continuación se vuelca en un escurridor y se vuelven a lavar.
3. Poner los caracoles en una olla con agua. Añadir la bolsita de especias, los dientes de ajo pelados y chafados y sal al gusto.
4. Se dejan cocer unos 5 minutos una vez que rompa el hervor y listo. Se deben comer calientes y picantes. 

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Mar
Hasta aquí la convocatoria del jueves 6 de junio. Hemos visitado mercados reales y ficticios. Hemos visto que compran los clientes,  escuchado sus conversaciones,  cotilleado sobre las vidas de otros... 
Gracias a todos los que habeis participado con vuestras historias y a los que pasáis a leer.
Es hora de cerrar el mercado y pasar el turno a Ceci
Mar
Veamos que se cuece en los mercados tradicionales :)


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Mar
 Imagen original de gettyimages (www.gettyimages.es)
(Retocada por mi)

Gumersindo va camino del mercado. Le gusta ir temprano cuando aún los clientes están por llegar y el género está recién colocado en los puestos. Se ha acicalado como acostumbra: pelo repeinado hacia atrás con una mano de brillantina que daría para lubricar los goznes de cien puertas, traje azul marino de raya diplomática con el consabido lamparón en la solapa, reloj de bolsillo sujeto con una cadenita dorada de latón y un tufo a Varón Dandy que tira para atrás.

En cuanto cruza el umbral de la puerta principal, se lía un revuelo en los puestos próximos. Los dependientes, divertidos, cunden la voz:

-Ya está aquí. Sálvese quien pueda -ríen por lo bajo.

Y es que Gumer es muy particular en eso de hacer la compra: austero hasta decir basta, más agarrado que un chotis y quisquilloso como él solo.

- Buenos días, doña Paquita- saluda a la pescadera.
- Buenos días, ¿qué va a ser hoy, Gumer? - responde doña Paquita con la confianza que dan los años viendo a Gumer cada día que abre el mercado.

- Hoy tengo una invitada para almorzar... Ya sabe usted, una amiga de la juventud que tantos años después nos hemos vuelto a encontrar.

- Hummm, que picarón de te veo, Gumer - bromea doña Paquita- Entonces hoy el almuerzo es especial...

-Sí, sí, claro. Me vas a poner dos raspas de sardina y una docena de bigotes de gamba, para hacer un caldito. A los filetes de las dos sardinas le quitas las escamas que los voy a hacer a la plancha con un poquito perejil. Por cierto, ponme unas ramitas que no me queda en casa.  

-¡Faltaría más, Gumer! Para clientes como tú el perejil es regalo de la casa. ¿Algo más? -le dice doña Paquita a la vez que piensa que si el perejil no fuera gratis, no lo pediría ni muerto.

- No, nada más. Ya llevo para primer y segundo plato. Ahora voy a la frutería a por el postre. Como es tiempo de cerezas, llevaré unas pocas.

-Sí. Las de hoy se ven estupendas, creo que para acompañar el menú que has pensado, con una tendrás suficiente- le responde muerta de risa doña Paquita.

- ¡Ay, que sentido del humor tiene usted! ¡¡jajaja!!. Cualquiera diría que soy un tacaño, y no es eso. Todo el mundo sabe lo bueno que es llevar una dieta frugal - responde Gumer entre risas.

- Desde luego que sí, Gumer... ¡y tan frugal! Verás lo impresionada que queda tu invitada... Que tengas un buen día - lo despide la pescadera

Con el paquetito de pescado en la mano, se marcha a la frutería.



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Mar

 Imagen tomada de Internet

Mercados tradicionales.
 
Vamos a visitar un mercado tradicional, de los de toda la vida y de los que ya van quedando pocos. Cuando entramos en uno de ellos ¿que encontramos? ¿como es la gente que acude a ellos? ¿son vecinos del barrio, del pueblo o vienen de otro lugar? ¿Son clientes que van a comprar? O por el contrario ¿son turistas que van a curiosear y a sacarse el selfie de turno en el puesto más llamativo?

¿Son mejores los productos de los mercados tradicionales que los de los supermercados? ¿Mejor calidad, precio, variedad, frescura...? Y el trato dispensado por los dependientes ¿son más cercanos, se ganan nuestra confianza tal que somos asiduos de su puesto?

¿Qué mezcla de colores se presentan ante nuestros ojos? Y en cuanto a los olores, ¿que decir de esos puestos de  especias, hierbas aromáticas, plantas para infusiones...? Hablando de olores, tambien nos acompañan los aromas a café, tostadas, churros, frituras, plancha...  ¿Se están reinventando los mercados tradicionales ofreciendo  servicios de cafetería, restauración, snack-bar, gastrobar ..., en un intento de atraer más clientela?

Y por último ¿conocéis alguna anécdota sucedida en un mercado? ¿algo curioso o particular visto o vivido por vosotros?

Espero vuestros relatos. Ya sabéis que no deben extenderse mucho más de las 350 palabras.
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Mar

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La propuesta que Mónica nos hace esta semana, consiste en escoger un personaje, un lugar y un conflicto entre una batería de seis personajes, seis lugares y seis conflictos. Yo he elegido: oficial retirado, casona abandonada, difícil decisión.


Pablo Olmo acudió a la casona abandonada por última vez. Pero eso él aún no lo sabía. Como cada viernes, había quedado con la cuadrilla  para jugar al truque, y esa noche tenía muchas ganas de revancha. La semana anterior había perdido unos buenos cuartos y quería desquitarse, recuperar lo perdido y desplumar a sus contrincantes. 

Jugaron dos partidas y ganó ambas. Envalentonado por el vino y viéndose en racha se atrevió con los siguiente:

      -Me juego mi hacienda contra los tres- dijo, un poco fanfarrón

Los compañeros, tocados como estaban y ante la desfachatez del  oficial retirado, no dudaron en coger el guante.

      -De acuerdo. A una partida- respondieron los tres y con un choque de manos cerraron la apuesta. 

No le vino buena mano a Pablo Olmo, y la suerte que hasta entonces estuvo de su parte, lo abandonó sin más. Perdió.

Y ahora, ¿qué? -pensaba- Si entrego mi casa y mis tierras, dejo a mi familia en la miseria, sin que ellos tengan culpa de mi irresponsabilidad. Si desaparezco, nadie les podrá reclamar nada, puesto que ellos no se han jugado nada. Pero, ¿dónde voy a ir?. Yo no puedo estar sin ellos, sin mi amada esposa, mis queridos hijos y nietos...¡como he podido ser tan ingenuo y osado!

Difícil decisión. Si se quedaba, condenaría a su familia al desahucio; pero al menos estarían todos juntos. Si se marchaba salvaría a su familia y se condenaría a sí mismo al destierro y a la soledad. 

      - Tengo que salir fuera a orinar - dijo a los ganadores - vuelvo enseguida.

Pablo Olmo salió de la casona abandonada un sábado de madrugada y nunca más se supo de él.


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Mar

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Se que tengo algo de despistada, porque no siempre me entero de lo último, y si me apuráis, tampoco de lo penúltimo. Tambien me ocurre que cuando ando por sitios que frecuento poco, desconecto totalmente de las caras con las que me voy cruzando. Puesto que no espero ver a nadie conocido, me zambullo de lleno en mis pensamientos, hasta que alguna voz amiga me saca del trance:

- Eh...  ¡Mar! ¡Mar! ¡Chica, vas alelada!

- No te había visto - me disculpo. Aunque no se si realmente cree que no la he visto o simplemente disimulaba. Lo cierto es que no, no la había visto.

La historia que os voy a contar no es de estar al día de todo, ni de estar en Babia; es de ver  lo mismo que un gato de escayola: nada de nada.

Estaba con mis amigos Javier y  Luis (sí, los mismos de los de la receta de spaguetti a la putanesca) pasando el fin  de semana en un camping en la bonita comarca de la Alpujarra granadina. El sábado por la noche después de la cena y algunos mojitos aderezados con lo que Luis llevara en su petaca, tuve que ir a los baños del camping.

- Llevate la linterna, Mar -me ofreció Javier.

- No es necesario. Conozco el camino de sobra -dije

De vuelta a la parcela donde teníamos las tiendas, estaba un poco deslumbrada por el contraste entre las luces de los baños y la oscuridad del exterior, pero más o menos  me orientaba.

- A ver, era la tercera calle... sí. Y ahora la cuarta tienda... Sí, sí, esta es. Tienda tipo canadiense, lona azul y naranja. No hay duda -me dije


Abrí la cremallera y entré tal cual.

- ¡¡Oye tú!!  ¿Que estás haciendo?  - gritó una voz de chico.

- ¡¡Jose, echa a este tío de la tienda!! ¡¡PERO YA!! -  sonó la histérica voz de una chica 

- AAAAHHH! ¿Quienes sois vosotros? ¿Que hacéis en mi tienda?- grité yo tambien.

Salí de la tienda como alma que lleva el diablo, entre asustada y confundida.

 -¿Pero esto que es...? - dije mirando alrededor mío.

Justo dos tiendas más allá asomaban las caras de Javier y Luis muertos de risa.

- Psss, psss Mar, que no es ahí. Que te has equivocado y has ido parar a la tienda de los tortolitos - me dijo Luis.

- ¡Jajaja! Mar mira que te he dicho que te lleves la linterna y no te ha dado la gana- añadió Javier- bien  empleado lo tienes por no hacerme caso.

Más roja que una granada y muerta de vergüenza, le pedí disculpas a la pareja y me fui para mis amigos:

-¡No tenéis perdón! Me estáis viendo irme para otra tienda que no es la mía y os quedáis ahí callados; no sois para avisarme. ¡Esta me la pagáis! 

-Jo, Mar, no te enfades. Si es que nos lo has puesto a huevo, ¡jajaja! -rió Luis

-Anda ¿y lo bien que lo estamos pasando?- dijo Javier - Además me la debías del día de los spaguetti a la putanesca.

Javier llevaba razón, lo estábamos pasando bien aunque esta vez fuera yo quien diera la nota. Así que, pasado el mosqueo, no me quedo más remedio que reírme con ellos de la situación tan embarazosa que acababa de protagonizar.

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Mar
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Cándida se pregunta cuantas líneas rojas se pueden sobrepasar por amor, cuantas concesiones se deben dar a la pareja, cuanta paciencia hay que tener. Cándida cree en el amor y sabe que una vida sin él, no es una vida completa. Así lo sentía antes de conocer a Ismael. 

Lo suyo fue un flechazo directo al corazón. De la noche a la mañana Ismael entró en su vida con la fuerza de un huracán, revolucionando todo su ser de pies a cabeza. No tenía ojos nada más que para él. Vivía, sentía, respiraba por y  para él. Era su objeto de devoción, su talismán, su religión.

Sin embargo, Ismael no la correspondía ni de lejos. Pero eso Cándida no lo veía, deslumbrada como estaba por las galanterías que le dedicaba cuando estaban juntos. 

Los meses fueron pasando, las citas se fueron distanciando y las galanterías se fueron diluyendo. Cándida lo achacaba a lo ocupado que estaba con su trabajo. No era posible que renunciara a estar con ella porque sí. Un amigo le decía que lo vio en varias ocasiones de parranda con los amiguetes. 

-¿Es que no puede salir con sus amigos, o qué? -contestaba. 

Otra amiga que se lo encontró en el cine con una chica.

-Tú lo que tienes es envidia por no tener un novio tan apuesto como Ismael y me quieres hacer mala sangre inventando cosas para que rompa con él- le espetaba

Y así, cada poco tiempo llegaban a los oídos de Cándida rumores que ella se negaba a creer. No, todas aquellas habladurías no podían ser ciertas. Se repetía para sí, en un  mantra  incesante, que Ismael la amaba. Hasta que una tarde, estando juntos en casa de ella, Ismael recibió una llamada telefónica urgente y tuvo que marcharse a toda prisa,  dejándose el ordenador portátil sobre el escritorio... 

Cándida, recelosa de que los chismes que escuchaba pudieran tener algo de cierto, buscó en el disco duro información que pudiera comprometer a Ismael. Y, ¡vaya si la encontró! fotos, e-mails, conversaciones en redes sociales... De un plumazo, se le cayó  la venda que durante tanto tiempo había llevado en los ojos. Se sintió estúpida por no haber escuchado a sus amigos, estúpida por creer que su relación con Ismael iba bien, estúpida por agarrarse a una ilusión que se deshace como un castillo de papel  bajo la lluvia. 

Era evidente que Ismael no le era fiel y entonces comprendió que no hay nadie más ciego que quien no quiere ver.

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