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Inocencia tiene mucha maña para la fotografía. Cualquier motivo es bueno para,  cámara en ristre, lanzarse a captar e inmortalizar un instante que al punto de suceder, pasa a ser recuerdo.

Hace unos meses, un sábado nada más lavantarse puso la batería de la cámara a cargar, despertó a sus hijas y les anunció que despues de desayunar les haría un reportaje. Las niñas, sumisas, se apresuraron hacia la cocina, dieron buena cuenta del desayuno y enseguida estuvieron listas para obeceder a su madre.

Inocencia, muy amorosamente las maquilló. Les puso unos uniformes de colegiala con falditas tableadas demasiado cortas y tops tan ceñidos que les marcaban descaradamaente unos pechos que ya empezaban a despuntar. Despues las llevó al dormitorio principal y empezó a darles órdenes mientras habilmente disparaba la cámara.

- A ver... unas sonrisas! Bailar un poco para mi de la forma que os he enseñado... ¡Eso es! ¡Muy bien! Ahora subid a la cama, acercaos...

Inocencia estuvo fotografiando a sus hijas desde todas las perspectivas que a su sucia imaginación se le ocurría, mientras soñaba con la pasta que sacaría cuando vendiera las fotos.

Hoy Inocencia se quiere morir. Va detenida camino de la comisaría por distribuir imágenes pornográficas de sus propias hijas en la red.

Más relatos en La Plaza del Diamante


Nota: las palabras resaltadas en negrita son de obligada inclusión en la convocatoria de este jueves.


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Tomen asiento, adecúen la iluminación de su habitación, suban el volumen de sus altavoces... y a disfrutar de esta maravilla. Juzguen ustedes mismos.