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Las cigarras cantan incansables al
calor sofocante de una tarde de verano. El viento duerme la siesta
hasta que el sol implacable se oculte en el horizonte y lo deje
salir. En el jardín hay un grajo que con el pico y las alas
abiertas, mira con tristeza el agua del estanque.
La niña, observa
en silencio al ave, expectante por ver cuanto tarda en lanzarse al
agua para beber y refrescarse. Pasan los minutos y el grajo no se
decide ni a lanzarse al agua, ni a beber. La niña, impaciente se
vuelve hacia su abuelo e interrumpiéndole su lectura le pregunta:
- Abuelo ¿que le sucede al pájaro
que no bebe?
- Es un grajo, y los grajos no beben
agua en verano – respondió el abuelo
- ¿Por qué, con el calor que hace?
- preguntó la niña
- Te voy a contar la historia de por
qué los grajos no beben agua en verano.
“ Noé, mandó salir a uno de los
grajos que llevaba dentro del arca para que explorase el exterior y
le dijera si ya era posible salir del arca. El grajo partió y no
volvió. Noé, cansado de esperar, mandó esta vez a una paloma para
la misma tarea. Pasadas unas horas volvió al arca y le dió la
respuesta a Noé.
Dios, que todo lo ve, enfadado por la
desobediencia del grajo, lo buscó y le dijo:
- ¿Por qué no has vuelto al arca
de Noé, grajo?
El grajo no contestó.
- Mereces un castigo por tu
desobediencia, así que elige entre ir sin plumas en invierno o no
beber agua en verano.
El grajo escogió no beber agua en
verano. ”